Fotografía de Isabel Rossignoli
Hace varios días, mi compañera Luna inauguraba el año en nuestro blog de Celera con una carta a los Reyes Magos que casi habría podido copiar, palabra por palabra, para mi propia carta de este año (que admito fue con un poco de retraso). En ella, Luna nos animaba a todos a pedir Libertad: de esa que te ayuda a experimentar muchas aventuras y a cometer muchos errores, con el fin de encontrar nuestro propio camino.
A esa ración de Libertad para el nuevo año, yo añadí en mi propia carta (y lo recomiendo para la del año que viene, si lo dejasteis fuera) una dosis a partes iguales de Curiosidad, que es el complemento perfecto para esta “Libertad” que muchos anhelamos, ya que nos ayuda a encontrar fuerzas durante los momentos de flaqueza en ese camino que vamos trazando.
Se entenderá entonces mi emoción al saber que, por casualidad o no, la Cabalgata de Reyes organizada por el ayuntamiento de Madrid tenía como tema principal una Oda a la Curiosidad. Y más aún cuando pude comprobar que todos los planetas del Sistema Solar, el grande de Copérnico y una Astronauta llamada ‘Australia’ marchaban junto a Sus Majestades, los Reyes de Oriente.
No tengo motivos para quejarme de las influencias con las que crecí y que, desde muy joven, me ayudaron a comenzar un camino (que nunca iba a permanecer solo en el ámbito profesional) relacionado con la Exploración Espacial: ‘El Juego de Ender’, Asimov, ‘Rocket Ship Galileo’ e interminables sets de LEGO con los que montar mil naves estelares, por mencionar unas pocas… y sin embargo creo que, de niño, me hubiese gustado ver a una Astronauta caminando junto a los Reyes Magos. Es indudable, ¡la Exploración Espacial vuelve a estar de moda!
Es cierto que es posible que nunca haya dejado de estarlo… aunque apostaría a decir que la “conciencia colectiva” se sintió bastante defraudada cuando el Apollo 17 cerró una etapa de la Exploración Espacial humana, siendo la última vez que visitamos la Luna. Por supuesto, nadie se sintió más defraudado que al arquitecto del programa espacial estadounidense, Werner Von Braun (un auténtico “rey mago” de la cohetería), que había diseñado los cohetes ‘Saturno’ con la intención de sustentar posteriores misiones tripuladas a Marte.
Este año se cumple el 45 aniversario del Apollo 17, y aunque todavía estamos a alguna década de pisar nuestro planeta vecino, Von Braun quizás se sentiría esperanzado al ver el renovado interés en el Espacio, que es casi palpable en nuestra sociedad: la necesidad imperiosa de rescatar a Matt Damon en Interestellar (2014) y Marte (2015), el primer aterrizaje de una sonda robótica en un cometa (con forma de patito de goma, nada más y nada menos), las primeras imágenes cercanas del ya-no-tan-planeta Plutón y el esfuerzo casi “filantrópico” por llevar a la humanidad a Marte de los más grandes de Silicon Valley.
En el mes de Diciembre que nos deja, tuve la suerte de comprobar de primera mano cuan de palpable es ese interés, al participar en dos eventos relacionados con el Futuro de la Exploración Espacial: uno durante la Semana de la Ciencia y otro con los chicos del Campus de Alta Capacidad de la Fundación Rafael del Pino (me alegra decir que estos últimos, aunque más jóvenes, vienen pisando fuerte y con muchas ganas de aprender). A pesar del interés, una de las grandes cuestiones que surgen cuando se habla de exploración espacial, posiblemente por tratarse de una experiencia bastante alejada de la vida cotidiana (¡quizás lo más alejada posible!), es ¿por qué debe la sociedad invertir en un programa espacial?
Neil deGrasse Tyson, astrofísico y discípulo del gran Carl Sagan, te diría que la razón por la que los Dinosaurios se extinguieron es porque carecían de pulgares oponibles y de la capacidad cerebral para crear un programa Espacial… Javier Ventura-Traveset, Director de Comunicación y Educación de la Agencia Espacial Europea en España, te diría que nuestro estilo de vida actual se detendría casi completamente si careciésemos del apoyo que nos brinda la tecnología espacial. Ambas razones son válidas y bastante pragmáticas (quizás un tanto catastrofistas en el caso de Neil…) y sin embargo no son las únicas razones por las que tenemos o deberíamos tener un programa espacial.
Personalmente, siempre he preferido aquellas razones que hablan positivamente de algo más profundo, escondido en los corazones y mentes de los pioneros espaciales, o quizás, simplemente, en nuestro ADN… Carl Sagan achacaba la necesidad de tener un programa espacial a la propia selección natural, a un imperativo biológico que nos llevaba a ansiar el descubrir lugares lejanos. Cada vez que los chicos de SpaceX lanzan un cohete a órbita (¡o lo aterrizan!), es el fruto del esfuerzo coordinado de miles de personas; pero cuando Elon Musk (otro “rey mago” de la cohetería) habla del futuro de su empresa, de llevar humanos a Marte, habla de ello como de la mayor aventura de la humanidad. La propia Agencia Espacial Europea promocionó la misión Rossetta, que se planeó hace 20 años y atravesó el Espacio durante 10 de ellos, hasta ser la primera en alcanzar un cometa (el patito de goma), como un producto de la Ambición humana.
Aventura, ambición, imperativo biológico… y ¿por qué no? Curiosidad… curiosidad por saber si los océanos de las lunas de Júpiter pueden albergar vida, si el metano en Marte se debe a seres no tan diferentes a nosotros o si la atmósfera del Exoplaneta más cercano está hecha de oxígeno y nitrógeno. Puede que Von Braun se hubiese sentido un poco decepcionado de que no hayamos pisado el planeta rojo todavía, pero creo que la Exploración Espacial tiene un futuro prometedor, en el que conseguiremos responder preguntas que aún ni siquiera hemos formulado y a través de las cuales conoceremos más sobre el Cosmos, y en reflejo, sobre nosotros mismos… así que ya sabéis, el año que viene no se os olvide pedirle a los Reyes Magos dejaros mover un poquito más por esa curiosidad que, en realidad, todos llevamos ya dentro.