En la Inglaterra del siglo XVIII, la sociedad y la ciencia eran inseparables. Cada evento de la Royal Society reunía prohombres de la cultura y la política para asistir a demostraciones científicas en directo. Incluso los recién casados organizaban sus lunas de miel para visitar fábricas y admirar “las prodigiosas máquinas a vapor”. En este ambiente, no paraban de surgir clubs para debatir sobre literatura, ciencia y filosofía. Entonces, ¿cuando y por qué la ciencia se encerró en su torre de marfil?
Si bien no esperaba responder esta pregunta, la verdad es que el Club de Científicos de la Fundación Rafael del Pino encontró en Cambridge el lugar adecuado para comenzar a responderla. Gracias a ellos, siete integrantes de Celera pudimos participar del encuentro “From Science to Society” (FS2S) junto a otros jóvenes científicos españoles fuimos a Cambridge para observar cómo traducir los avances científicos a la sociedad. Durante cuatro días, exploramos de la mano de referentes cómo el ecosistema de Cambridge había tratado de resolver el eterno dilema: la transferencia tecnológica.
Para empezar, creo que no existe aplicación de la ciencia sin primero investigar. Me sorprendió ver que las grandes corporaciones de Cambridge, ya sean farmacéuticas o tecnológicas, pensaban parecido. Dos ponentes, Kai Stoeber de Jonhson & Johnson y Sergio Gómez Colmenarejo de Deepmind, nos dejaron claro que la investigación era el buque insignia de ambas empresas. Y es que ambas consolidan la tendencia de que es posible publicar a alto nivel a la vez que se desarrollan productos con verdadero valor para la sociedad. Además, para mi este modelo también cuestiona cómo se han hecho las cosas hasta ahora en el mundo académico. Un ejemplo es la gestión del reconocimiento, el de un equipo que colabora por un objetivo común frente al tradicional reconocimiento centrado en el investigador como individuo.
Si bien esto último es cierto, muchas de estas corporaciones basan gran parte de su innovación en start-ups. Estas iniciativas, surgidas más habitualmente dentro de los laboratorios de investigación, se han convertido en una herramienta más para concentrar financiación y llevar a cabo proyectos arriesgados. En el caso de storm therapeutics, Tony Kouzarides nos expuso cómo su apuesta por descubrir terapias basadas en las modificaciones del ARN funcionó mejor como empresa que como proyecto público. Por aquel entonces ni si quiera se sabía el efecto de estas modificaciones en la célula, como para pensar en terapia, y la empresa fue la mejor forma de reclutar dinero y talento. Me sorprendió a su vez observar que muchas de estas pequeñas empresas nacidas para investigar de manera privada a menudo fueran lideradas por investigadores y profesores. A pesar de la falta de incentivos, se atreven a fundar empresas para llegar cuanto antes al paciente.
De todas maneras, cualquier iniciativa pública o privada siempre se mueve dentro de un marco legal. No se puede decir que los científicos carezcan de iniciativa, pero creo que sí es cierto que no suelen involucrarse directamente en el proceso de decisiones que dan a lugar a estos marcos. Esto se refleja en la propia sociedad. Ningún niño que quiera ser presidente elegiría una carrera científica. Por eso, para mi fue revelador escuchar Dame Athene Donald y a Mireia Crispin, dos científicas que sirven de ejemplo a la hora de hablar de política y ciencia. Ya sea participando en el día a día de comités legislativos o evaluando los retos derivados de la tecnología para informar decisiones futuras, estas dos mujeres serán para mí un ejemplo a seguir de cómo, ahora, cuando somos jóvenes, debemos involucrarnos más en las decisiones , ya sea desde la universidad o en la empresa, para aportar nuestra visión del mundo donde sea más útil para los demás.
Pero no puedo terminar de hablar de FS2S, sin mencionar a todos sus participantes, científicos que ven más allá. Creo que para nosotros hacer ciencia significa más que publicar. Por eso, cuando finalizó el encuentro, nadie tuvo la sensación de final sino de comienzo. Espero que FS2S fuera el inicio de nuevos proyectos y nos atrevamos a crear en España más ejemplos de transferencia o a cuestionar y mejorar los sistemas actuales. Un ecosistema como el de Cambridge no se puede copiar y pegar, pero creo que sí hemos aprendido a coger lo mejor e intentar aplicarlo a nuestro ambiente. Hace falta si queremos, desde la ciencia, llegar a la sociedad.