Por: Carla Rodríguez
El pasado domingo 25 me desperté con una sensación extraña, mezcla de felicidad y calma, a la vez que cierta tristeza y melancolía.
No sé muy bien lo que soñé esa noche, sólo recuerdo la sensación de haber viajado durante bastante tiempo a lomos de un unicornio anaranjado y una frase que se repetía en mi cabeza:
Cuando el alumno es excepcional, el maestro sólo puede enseñar con humildad
Y lo cierto es que tras este sueño siento que he aprendido mucho sobre humildad y capacidad de amar a otras personas.
Después de este primer sueño vinieron más. Cada noche el unicornio me llevaba de viaje por diferentes lugares, algunos entre montañas, otros en casas familiares, en los que conocía a personas increíbles que me sonreían, me abrazaban fuerte y me deseaban buen viaje mientras me daban las gracias por haber influido en sus vidas. Juro que creo que conozco a esas personas en la realidad.
Con cada una experimentaba un cúmulo de emociones y pensamientos. Todos maravillosos, que hacían que de vez en cuando yo diera un paso atrás, con la intención de quedarme un poco más con esas personas que tan bien me estaban haciendo sentir. Cuando esto ocurría, una mano suave y cálida, conocida y en la que confiaba más que en mí misma, me invitaba a seguir mi camino, mientras el cielo, con su luna rodeada de fuertes estrellas brillantes, me decían una palabra que, sin saber por qué, me calmaba, Meraki.
Los días que seguían a las noches los pasaba recordando ensimismada todo lo que había visto y sentido. Feliz y agradecida de haberlo vivido, aunque en realidad había sido un sueño, ¿o no? Ya empezaba a dudar, era todo tan real, tan intenso que me cuesta creer que no lo haya vivido de verdad.
Una noche, la última que soñé con el unicornio naranja, fue muy diferente. El unicornio me llevó directamente a un lugar que no sabría describir con claridad. Parecía un palacete antiguo, pero nuevo, blanco y brillante, en el que me esperaban unas pocas personas con las que hablé durante horas acerca de la vida, la sociedad, lo importante de dar lo que uno lleva dentro, apostar por los sueños personales sobre todo cuando benefician a otras personas, y saber recibir lo que otros nos dan. Comprendí que esas personas eran las creadoras de todo lo que había vivido, o soñado…
Gracias Celera por haberme permitido vivir este sueño que siempre irá conmigo, y al que volveré cada vez que necesite fuerza para continuar.