Por: Jose Miguel González Domínguez
La nanociencia ha sido uno de los mayores cambiadores de paradigma en la reciente historia del ser humano. El estudio de la materia en porciones extremadamente pequeñas, unas 50000 veces más fino que el grosor de un cabello humano, ha supuesto el descubrimiento de nuevas propiedades y fenómenos nunca antes vistos en la escala macroscópica, la que podemos ver con el ojo. Por ejemplo, nuevos efectos ópticos, extraordinarias conductividades eléctricas y térmicas, o resistencias mecánicas superiores a todo lo conocido hasta la fecha.
Todo ese conocimiento ha derivado en la posible creación de productos tecnológicos que se beneficien de tales propiedades, pudiendo contribuir al avance de la sociedad en todos los frentes posibles. De ahí nace la nanotecnología. Si bien la palabra que comúnmente usamos para describir toda esta revolución es nanotecnología, en gran número de ocasiones la estaremos confundiendo con nanociencia, ya que nos referiremos a un fenómeno científico concreto y no a un producto tecnológico específico. En palabras de un genio divulgador que me ha inspirado este texto, “la nanotecnología no es hacer las cosas más pequeñas, es hacerlas nuevas y únicas”.
En Estados Unidos, que nos sacan años luz de distancia en estos temas, tienen un día Nacional de la Nanotecnología (el 9 de octubre), y es una prueba palpable de la relevancia que para ellos tiene este fenómeno. He perdido la cuenta de las veces que me han llegado a preguntar: si tan maravilloso es eso que investigas ¿por qué no lo puedo comprar y tener en mi casa? Pues bien, es cierto, no encontramos generalmente nanotecnología en venta, en las estanterías de nuestro supermercado…. O quizá si…. Sólo hay que mirar un poco a fondo y nos sorprenderemos.
En 2005 el Woodrow Wilson International Center for Scholars en el marco del Project on Emerging Nanotechnologies creó la conocida Nanotechnology Consumers Product Inventory (CPI), una lista de productos de consumo que incorporasen de un modo u otro los fenómenos de la nanoescala. La actualización de dicha lista en 2013 recogió 1814 productos, provenientes de 622 empresas distintas y de 32 países. Las estadísticas son de lo más curioso: la categoría de deportes es la que más productos tiene (un 42% del total); la nanoestructura más vendida es la plata (24% del total de productos); un 49% de los productos recogidos en la lista no especifican de qué nanomaterial están provistos (muy probablemente debido a secreto comercial); alrededor de un 29% de los productos especificados en el CPI consisten en el nanomaterial suspendido en algún medio líquido, siendo el rociado en superficies o aplicación dérmica. Gracias a esta lista se han podido llevar a cabo iniciativas de documentación colectiva (croudsourcing), permitiendo a usuarios editar la información de los productos y a científicos incorporar nuevos hallazgos, ya sea en la exposición humana o medioambiental, como los estudios de ciclos de vida.
Pero hasta este punto solo se han hablado de números, no de nanotecnología. ¿Qué clase de productos podemos comprar? ¿Son realmente útiles y significativos? Juzguen ustedes mismos con los ejemplos que se describen a continuación.
Número de productos nanotecnológicos de consumo desde 2007 (fuente: M. E. Vance y col. Beilstein Journal of Nanotechnology 2015, 6, 1769-1780).
La casa Samsung es una de las que más apuestan por la nanotecnología, y prueba de ello son sus más de diez años fabricando prototipos y modelos comerciales de productos de consumo con algún tipo de nanoestructura incorporada. Uno de sus productos más llamativos es una lavadora, que limpia y desinfecta la ropa gracias a una pequeña plancha de plata situada en el tambor que libera paulatinamente nanopartículas de plata en los lavados, que quedan en la ropa y cuya actividad bactericida repele el crecimiento de bacterias (las causantes del mal olor), alargando los tiempos entre lavado y lavado. Otro ejemplo de Samsung más reciente es su televisión Q-LED, que contiene quantum dots (un tipo específico de nanopartícula) de materiales semiconductores, cuya calidad de imagen es excepcional, y dura muchísimos más años sin perder ni un ápice de calidad (según el fabricante). En lo que respecta a material deportivo, la casa comercial HEAD, tiene una línea de raquetas de tenis y de esquís reforzados con grafeno, la nanoestructura de carbono más popular, que le otorga altísima resistencia mecánica y una mayor conductividad eléctrica para disipar efectos electrostáticos no deseados; y hablando de grafeno, se conocen ya ejemplos de la incorporación del mismo en chasis de coches, como es el caso del GTA Spano, que gracias al grafeno ha conseguido un chasis con datos récord en resistencia. Otras aplicaciones más de “andar por casa” podrían ser los recubrimientos de la empresa Ultraeverdy (www.ultraeverdry.com), que venden unos sprays o botellas con un líquido en la que hay unas nanoestructuras suspendidas (por desgracia, secretas) que al ser esparcido por cualquier superficie la convierten en “superhidrofóbica” y “oleofóbica” a la vez, o sea, una vez rociado el producto, NADA puede mojar esa superficie, todo resbalará sin dejar rastro, ya sea acuoso u oleoso. Un producto ideal para deportistas de exteriores (para su calzado, su ropa…) para fachadas, para material de trabajo de mecánicos, y un largo etc.
GIF animado tomado de la página de Ultraeverdry (¿alguien puede adivinar quién de los dos se ha rociado con el producto?)
Productos caseros con nanotecnología también son ciertas cremas solares, como de Nivea o SkinLab, que contienen nanopartículas de óxido de titanio u óxido de zinc, capaces de absorber la luz ultravioleta del sol y protegernos así de sus efectos dañinos, muchísimo más eficientemente que las partículas clásicas (de mayor tamaño) de estos mismos materiales.
La mala noticia de todo esto, es que en la CPI, anteriormente mencionada, existe al menos un 71% de productos nanotecnológicos de los cuales no se ha proporcionado suficiente información ni si quiera para constatar que verdaderamente se trate de nanotecnología. Aunque la nanotecnología ya está entre nosotros y la tenemos al alcance, aún hay que solucionar importantes cuellos de botella, como son la creación de un método estandarizado global y la métrica para la caracterización de los nanomateriales, que bien especificado en el etiquetado, facilitaría mucho al usuario en determinar las potenciales rutas de exposición, toxicida, contraindicaciones, etc. Recordemos que desde que el primer prototipo de avioneta que consiguió volar hasta el establecimiento de la industria aérea, pasaron muchas décadas, así como la automoción o los tratamientos contra el cáncer. Todo tiene su proceso de salida al mercado, y es necesario seguir investigando (los que estamos en ese campo) para hacer la transición más factible y segura. Aún así, los escépticos y los que no conocen estos nuevos avances ya pueden acceder a algunos productos y decidir si la nanotecnología les va a suponer un vuelco en sus vidas.